Besitos II

GetFileAttachment   Dada la nueva experiencia realizada en base a los exóticos Besitos, recientemente aparecidos aquí, te ha parecido bien comentar y prevenir al amable lector acerca de los peligros de la repostería, e iniciarlo, si acaso carece de experiencia culinaria, en la Cocina de Aventura.

   Habiendo expresado el Doctor Zaïus su antojo furioso de estos deliciosos pastelitos de ignoto origen, prometiste confeccionarlos en su honor el día domingo; el mismo día que hiciste los raviolones de seso para tus sobrinos. Como realizar tales raviolones te tomó demasiado tiempo llegaste a tu hogar casi al mismo tiempo que el Doctor Zaïus, y viendo sus ojos de cachorrito, no abriste el paquete de galletitas que habías traído de casa de tu mamá, sino que procediste de inmediato con el proceso de cocinar los Besitos.

   Agarraste una de las ensaladeras transparentes y volcaste dentro dos tazas de harina, tal como ya estaba claramente establecido, hiciste el consabido pocito y dentro partiste dos huevos, comenzando a mezclarlos con un tenedor. Cuando llegó el momento de tirar el tenedor a la mierda, notaste que la masa estaba demasiado dura y temiste no poder amasarla. Atribuiste el proceso al hecho de que, en tu prisa, agarraste el medio paquete de harina que tenías abierto, sin darte cuenta de que no era la leudante que te había quedado, pues ésa la habías terminado para hacer un Increíble budín de mandarinas vegano (el cual comieron el Día del Amigo con unos individuos de dudosa catadura, de tu conocimiento). El hecho de descubrir que se trataba de harina común y no leudante, te irritó pero no te preocupó en demasía, pues es sabido que los Besitos, en realidad, normalmente se hacen con harina común. Vos nada más los hacés con harina leudante porque se ponen más grandes y esponjosos, lo cual te agrada particularmente. Así que, cuando viste que la masa estaba muy seca, en lugar de agregar otro huevo, para que la masa no quede muy dura simplemente le pusiste un chorrito de agua.

   Confeccionados los choricitos y luego los pequeños trocitos de masa, pusiste a hacer el almíbar y a calentar el aceite, y cuando éste último alcanzó la temperatura deseada, comenzaste a echar dentro los futuros y deliciosos Besitos. Hasta ahí, todo bien.

   Luego acaeció el pandemonio. Ante la diminuta gota de aceite caída en tu mano, un improperio de lo más soez brotó entre tus labios, pero nada del otro mundo, que el aceite siempre hace eso si por azar le cae una gotita de agua de alguna parte. Ante uno de los besitos que explotó ruidosamente, surgió otro improperio soez, pero además de sorpresa, pues si bien es cierto que los Besitos, ante el cambio de temperatura, se abren de esa forma, no lo hacen con tanta violencia. Son Besitos, no pororó.

fireworks-1212131__180   Ante el primer Besito Molotov que voló por el aire, saltando agresivamente de la sartén, gritaste al Doctor Zaïus «¡atrás!», y no te arrojaste de panza al suelo porque por nada del mundo ibas a tirar los pastelitos a la basura. Ante el segundo, metiste la cabeza entre los hombros y de lejos tomaste el mango de la sartén y lo agitaste con mucha suavidad, para que los Besitos no se quedaran quietos y se doraran bien por arriba y por abajo, munida de la espátula de aluminio lista para retirar a los que estuvieran cocidos, y paletear a los que atacaran. El Doctor Zaïus, que es como un de esos soldados indisciplinados que no siguen las órdenes que se les dan por su propia seguridad, se reía porque los Besitos seguían revoloteando dentro de la sartén, y también dentro de la ensaladera donde los ibas poniendo para que soltaran su aceite en papel de cocina, y en ocasiones saltaban también de ahí. Y así fue hasta que el último redondo, dorado y peligroso Besito quedó reposando en su ensaladera, con un aspecto de lo más inocente, esperando el delicioso almíbar como si fuera lo más normal del mundo.

egg-1510449__180   La hipótesis que se baraja es que al ir friéndose la masa, se fue liberando el agua que los Besitos tenían dentro y haciéndolos reventar, como era lo deseado, pero no como si fueran suaves y deliciosos capullos que se abren, sino de una manera más bien ofensiva. Esto tiene una explicación de lo más natural: el agua con el aceite simplemente no se llevan bien, y como suele suceder con relaciones parecidas, al forzar tal encuentro se produce una desagradable explosión, que te deja con los ojos, la ropa, las gafas y el piso lleno de inmundo y apestoso aceite. El cual en el caso presente te dispusiste a limpiar, pero no antes de vengarte de los Besitos con saña.

   Así que ya sabe el amable lector. No le ponga agua a la masa de los Besitos, déle esta receta a cualquier persona contra la cual cultive particular inquina, y no se arriesgue, que la intrépida autora de estas líneas sólo lo ha hecho porque es profesional. Y angurrienta.

   Recientes informes de sobrinos revelan que los raviolones estaban de muerte lenta.

(Imágenes de Pixabay, menos la de los Besitos, que ya sabés que la sacó el Doctor Zaïus)

2 comentarios en “Besitos II

  1. Dr. Zaius

    Al comienzo tenía miedo de morderlos y que me explotaran en la boca, pero terminé medio empachado. ¡Gracias donna Nadie por arriesgar su integridad para satisfacer mis antojos!

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