Las curiosas croquetitas de sábalo

--1424948114   Aquí, en la Cocina Experimental de Nadie Avatar, nos dedicaremos el día de la fecha a confeccionar unas deliciosas croquetitas de sábalo, igual que hicimos el domingo pese a todas las advertencias del Doctor ZaÏus, quien dice y perjura que tal pez es nocivo. Según él, recientes estudios han confirmado que, además de que es bastante graso, en esa sustancia se le están acumulando tóxicos industriales que gente inescrupulosa vierte en el río, y además no es nada bueno para el colesterol. Considerando la cantidad de porquerías que les dan de comer a las vacas y les inyectan a los pollos, has decidido minimizar el riesgo, puesto que Rodrigo te ha dicho que ese pez es verdaderamente delicioso, lo cual has confirmado al comerte un pedacito de la cola a la sartén con gran peligro de tu seguridad personal. Pero nos estamos adelantando al relato de los acontecimientos.

   Lo que debés hacer, entonces, en primer lugar, es conseguir el pez de marras. Como todo el asunto arrancó un día que pasaste por la hermosa y limpia pescadería cerca de tu casa y viste el sábalo muy barato, volvé a la pescadería. Rodrigo te dijo que seguro estaba barato porque estaría saliendo mucho, además de decirte que era delicioso, así que lo consideraste seguro, aunque sólo sabías la mitad de la cuestión. En realidad, ni la cuarta parte.

1306503118760   Para hacer las croquetitas, Rodrigo te dijo que convenía que lo hirvieras primero, porque crudo y al horno, la grasa podía resultar de sabor excesivamente fuerte. Pero la primera vez no tomaste esa opción, porque habiendo conseguido un hermoso pez de dos kilos, encontraste luego gran dificultad en abrirlo al medio para poder trozarlo; ni hablar. Así que, perezosa al momento de preparar el género para ser deglutido, te limitaste a medir un puñado de sal gruesa, lo metiste en la cavidad del pez en donde anteriormente se ubicaran sus vísceras, y lo revoleaste adentro del horno arriba de una asadera sin más trámite. Lo dejaste una hora y lo sacaste justo a tiempo, con los ojos cocinados por completo y resecos dentro de las órbitas, la piel chamuscada y flotando en un centímetro de líquida, caliente y malsana grasa, pobrecito.

   Al enfriarse, luego de volcar la grasa en el recipiente de la basura levantando la asadera con gran cuidado, y retirar la piel de la mitad superior, comenzaste a tomar la carne para hacer las croquetitas. Y figurate lo delicioso que resultó el pez, que poquito a poquito, sólo por probar, terminaste poniendo en una de las ensaladeras transparentes prácticamente sólo la mitad del pez, porque el resto te lo fuiste comiendo casi todo. La carne era blanca y muy sabrosa, y pensá que apenas le habías puesto un puñadito de sal gruesa. Casi que ni valía la pena hacer las croquetitas. La verdad, ahora las vas a volver a hacer porque querés compartir la experiencia del magnífico sábalo con tus sobrinos, y sabés que si vieran la cantidad de espinas que tiene y lo insidiosas que pueden ser, te lo tirarían por la cabeza. Así que mientras vas retirando la carne del cadáver, debés despinarlo obsesivamente. De paso a vos misma no te va a venir mal, que cuando te comiste la colita del pez sin el cuidado requerido te tragaste una espina y fuiste a parar al hospital, te tuvieron que meter una manguera con una cámara para saber adónde se había clavado, te hicieron anestesia y te dormiste una hora, y te levantaste de un salto porque según vos estabas apurada y tenías que ir a hacer los raviolones de seso. También creías cuando ibas por la calle que estabas paseando por una plaza que queda a quince cuadras del hospital.

   Si no tenés, andate para el Super y conseguite chimichurri del que se usa para adobar el asado, y pasá por lo de Alberto para que te dé sus hermosos huevos, que no puede haber croquetitas sin un ligue. Para que sean más cremosas y tengan un sabor adicional que aportar al delicado y delicioso del pez, tambien podés ponerle una cucharada de algún queso cremoso, se te está ocurriendo, como el que le pusiste a la Perfecta tarta de zapallitos del sábado. Puede ser, porque la primera vez que hiciste las croquetitas, hallaste que al hornearlas, curiosamente, ya que el sábado es un pez graso, quedan un poco secas, aunque ricas. Con el fin de no aportarles más materia grasa pero sí humedad, podés ponerle quesito crema o un poco de aceite junto con el chimichurri y un huevo o dos, pero no te pases; no te vaya a quedar todo tan líquido que no puedas armar las bolitas.

   Entonces, a la carne que fuiste poniendo en la ensaladera transparente añadí una generosa cantidad de chimichurri preparado con agua, aceite, sal (quizás media cucharadita de tamaño té) y mucho jugo de limón de esos del árbol de Rodrigo. Si querés, además, ponele una cucharada de queso crema y uno o dos huevos según la cantidad de carne, y mezclá todo muy bien con un tenedor. Como el chimichurri es muy sabroso, fijate si tenés que agregar más sal y no te pases de rosca con ese asunto; no vayas a tapar el sabor del pez.

   Una vez lograda la sabrosa y maleable pasta, untate las palmas de las manos con unas gotas de aceite y prepará la legumbrera de acero inoxidable; vas a poner ahí una buena cantidad del pan rallado que compraste en el Super chino que queda cerca del gimnasio, un domingo que saliste a pasear con el objetivo de hallar una idea para un cuento de vampiros. Vas a depositar cada bolita de mezcla de pez en el pan rallado, y la vas a cubrir bien, y después la vas a poner en una asadera, una bolita junto a la otra, para asarlas a horno moderado durante veinte minutos, más o menos. Cuando las veas doraditas, las podés retirar y atacarlas cuando se entibien, y recordá que debés guardar para tus sobrinos, aunque sale una buena cantidad con un sábalo grande.

   Por alguna razón que no pudo ser establecida con precisión, las croquetitas se aplanan un poco cuando van al horno. Pero la verdad, es un hecho irrelevante.

   Vos preocupate por no comerte todo el pez cuando lo estés descarnando, parada junto a la pileta de lavar los platos como los animales, y sacá bien todas las espinas.

   Estás tomando un remedio para el estómago y no sabés por qué, porque cuando el doctor le dijo a tu papá vos estabas perorando sobre los raviolones de seso y no te acordás para nada.

(La primera foto del pez la vi en un lugar de lo más lindo llamado descubriendorosario.com.ar, y la de más abajo en otro que se llama 21food.com. Mañana seguro Rodrigo me explica cómo subo al blog la foto de las croquetitas que saqué)

 

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