Los adorables menuditos con arroz amarillo

El sábado por la noche, habida cuenta de que POR FIN el horrible verano parecía estar reculando exhibiendo una adorable y muy fresquita temperatura, te decidiste a degustar este platillo singularmente apetitoso, para nada delicado, campechano, humilde y el mejor, en tu modesta opinión, para curar tanto los primeros fríos como una decepción amorosa grave, o los resultados de la Champion League, por ejemplo. Sobre todo si uno no está para nada al tanto de lo que es la Champion League.

Ahora, sobre este plato tenés entendido que se suscitan encendidas polémicas. Quizás el simpático lector, si es de otro país, se avendrá a comentar para iluminar la cuestión.

En Europa se horrorizan porque aquí en Argentina nos comemos la tripita de las vacas. Pues bien, es un asunto cultural que le dicen, porque a pesar de tu apertura mental, de ninguna manera estás dispuesta a concederle un voto de confianza a ningún, NINGÚN individuo que no se haya chupado los dedos después de comerse un buen plato de chinchulines, de mondongo o de tripa gorda rellena, o unas mollejitas a la sartén, o unos riñoncitos al vino tinto, o unos incomparables chorizos.

   Sobre los menuditos del pollo se desconocen las posturas de otros países o continentes, pero por estos lados creemos que la gente que se come los cornalitos fritos, los testículos de toro o las palomas no debería opinar.

Sin embargo, es conveniente adoptar al respecto una posición conciliadora, pues si bien por una parte no hay un solo argentino que no se arrodille ante un buen asado con achuras (excepción hecha de los vegetarianos, con su cebollita, su pimiento y tal vez unas rodajas de berenjena a la parrilla), muchos entre nosotros tampoco soportan a los pobres menuditos de pollo, tan vilipendiados seguramente por su bajo costo y el esnobismo de las masas, a pesar de su delicioso sabor. Así que bueno.

Como vos no tenés esos problemas culturales o filosóficos, y cuando tenés hambre no mirás pelo ni marca, porque de noche todos los gatos son pardos y todo bicho que camina va a parar al asador, como no por mucho madrugar amanece más temprano y el que nace pa’ maceta nunca llega al corredor, lo que hiciste el sábado, al sentir el fisiológico requerimiento, fue caminar bien derechito hacia esa carnicería linda de la Avenida Pellegrini. Allí, enfrentaste al amable joven con la frente bien alta, y pediste con sonora voz UN KILO DE MENUDITOS DE POLLO. Sí, señor. Para que vean todos esos seres de narices fruncidas que gustan de tomar su té con el meñique en el aire, y ni hablar de los franceses que no quieren ni los chinchulines de nuestras excelentes reses.

Luego de hacer una operación comando en el Super, adonde fuiste por arroz integral de ese que te gusta, un par de cebollas, un pimiento rojo y saborizante para arroz, volviste rápidamente a casa, en donde, con el hambre que tenías, tranquilamente pudiste haber abierto el paquete de los menuditos para comerte crudos un par de hígados, como pasa en El bebé de Rosemary. Pero no lo hiciste,

Muy por el contrario, agarraste la sartén que guardás exclusivamente para freír a ver si la rescatás (porque era de teflón pero muy barato, así que se te terminó pelando toda), volcaste dentro apenas dos cucharadas soperas de aceite de girasol, a fin de rehogar las cebollas en cuadraditos y el pimiento rojo en tiras (con una cucharadita de sal tamaño té), y una vez que todo estuvo doradito y con un aroma que ya no se podía soportar más echaste por encima un buen puñado de menuditos, cuidando por supuesto que hubiera la mayor variedad posible de órganos, una pancita y por lo menos dos cogotes. Pobres pollos.

A continuación, luego de echar perejil y ajo deshidratados y toda especia adecuada que tenías en casa, la tarea fue ir moviendo los menuditos con la cuchara de madera, para que se vayan cocinando y no se quemen. A todo esto, la taza de arroz integral que habías puesto al agua hervía y hervía.

Hacer esta aclaración no es caer en la obviedad. Muchas personas podrían sentirse tentadas a hacer una especie de risotto con los menuditos. En tu caso, estás en abierta oposición: cuando se hace el risotto, todo el almidón se queda en la olla, ya que se trata de sellar los pequeños granitos con manteca para luego echarles caldo que van a absorber, sin que se escurra nada (más o menos igual a lo que pasa con el arroz pilaf que le dicen). A vos no te gusta el arroz tan pesado y que queda tan pastoso. Sos más de la gente a la que le gusta dejar fluir las cosas. Y le engordan mucho los hidratos de carbono. Así que a dejarse de jorobar con la cocina italiana, te dijiste, y fuiste y pusiste la olla. Lo bien que hiciste.

Una vez que el arroz estuvo bien cocido, le echaste un chorritín de aceite, otra vez muchas especias y una cucharadita de té de saborizante para arroz, que como todo el mundo sabe es casi pura cúrcuma, y lo mezclaste todo con mucho cariño y dedicación, para finalmente depositar encima el bello y jugoso espectáculo de los menuditos con su cebolla y su pimiento.

Lo delicioso que estuvo, que te salieron dos platos grandotes y te los comiste a los dos aunque estás a dieta. Pero vamos; no usás casi nada de aceite, les quitás la grasa obsesivamente a todo producto animal sobre el que ponés las manos, y era arroz integral. Así que bueno.

The winter is coming, and the night is full of terrors. No vamos a pasar hambre también.

 

(Imágenes de Pixabay, menos la de la bandeja del principio, que es de es.furopedia.wikia.com)

2 comentarios en “Los adorables menuditos con arroz amarillo

  1. Dr. Zaius

    ¡Buen provecho! Yo ya encargué unos chinchulines para el próximo asado en los pagos del sur santafesino. Tal vez usted también los pueda degustar donna Nadie.

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