Las majestuosas pechugas con crema de acelgas

GetFileAttachment   El día de la fecha y cayendo ya la tarde, comenzás difusamente a pensar en algo que compense el tremendo esfuerzo que has tenido que hacer en el gimnasio, adonde fuiste a deshidratarte esta hermosa tarde de treinta grados a la sombra. Teniendo las neuronas no menos deshidratadas y funcionales, además de ansiosas y hambrientas, te da por recurrir a la memoria, y entonces viene a tu mente el delicioso manjar que cocinaste la semana pasada para el doctor Zaïus. Tal es el caso de las majestuosas pechugas con crema de acelgas.

   Esa noche en particular, que era la previa a Navidad, no tenías tiempo para cocinar porque por la mañana había llovido intensamente y no pudiste salir de compras, y por la tarde ibas al gimnasio, como hoy. Pero como era una ocasión especial y no querías volver a ir a la Roti de Cholo, volviste rápidamente a casa luego del gimnasio e hiciste velozmente unas cuantas adquisiciones para elaborar este plato elegante y muy delicioso, el cual podrías reproducir ahora porque se hace rápido.

   En primer lugar te fuiste para el super a visitar a Gonzalo, porque para hacer una crema de acelgas es bastante importante tener acelgas, y Miguelito a esa hora todavía no había abierto. No le dijiste nada a Gonzalo acerca de lo pequeño que era el atado de acelgas porque qué iba a hacer; no era culpa suya. Además las acelgas estaban hermosas, frescas y muy verdes, y de todas formas con sólo la parte verde ibas a tener suficiente. De paso, hiciste que Gonzalo te pusiera en una de tus bolsas recicladas dos o tres de las cebollas muy grandes que estaban en oferta, y para variar, no eran viejas, y cuatro papas gordas para freírlas y acompañar tu manjar, porque sabías que al doctor Zaïus le iban a gustar. Después, fuiste para la góndola de los lácteos y buscaste a ver qué queso untable tenían, porque sin tiempo para hacer una salsa como la que hiciste aquella vez para el pollo al limón, pensaste que iba a ser muy sencillo cocinar la acelga a la italiana y después agregarle el queso. Y después fuiste y buscaste una botella de jugo de pera, que resultó estar delicioso. Pero nos estamos adelantando.

chicken-breast-279848__180   Después de salir del super, corriste para lo de Alberto para evitar que se te adelanten todas las viejas que estaban por cocinar. Dado que no sabías qué ibas a querer comer para Navidad y no tenías el tiempo para ponerte a destazar un pollo completo, le pediste a Alberto que sólo te diera las dos pechugas de uno. Y media docena de huevos, que siempre te gusta tener para comer en ensalada, porque necesitás proteína animal para el gimnasio.

   Ya en casa, pusiste a cocinar a la italiana una cebolla cortada en cubitos sumamente pequeños, para evitar flatulencias inconvenientes por parte del doctor Zaïus, y toda la parte verde del atado de acelgas, que ya se sabe cómo es, que primero no podés tapar la olla y después no te queda nada. Cuando llevaba unos diez minutos de cocción y había soltado ya toda el agua, destapaste la olla y la dejaste cocinar cinco minutos más para reducir un poquito el líquido, pero no todo, y la mezclaste para que toda la acelga resultara bien cocida. A continuación, pusiste dentro de la olla las dos pechugas de pollo que fileteaste vos misma, porque esta vez Alberto no se ofreció a hacerlo ya que había gente esperando, y te dio miedo pedírselo. Volviste a tapar la olla y cocinaste cinco minutos más, y después destapaste la olla para volver a taparla, luego de poner dentro tres cucharadas del queso untable bien chard-616711__180gordas para que se fueran derritiendo. La idea era, antes de servir, tomar un tenedor y mezclar bien las acelgas y el queso para formar la consabida crema.

   Y mientras tanto pusiste a freír las papas que habías pelado y cortado mientras procesabas la crema de acelgas con el pollo, ya que el doctor Zaïus estaba distraído con la computadora y no parecía apurado. Y eso fue todo. Las papas tardaron en freírse sólo quince minutos, porque las cortaste en bastones muy muy finos y el aceite estaba sumamente caliente. Todo estuvo para chuparse los dedos, y no quedó ni una miserable papa frita de lo rico que salió.

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   Ahora que el sol definitivamente se ha ocultado, podrías salir para repetir toda la operación.

   Menos en lo que refiere a las papas fritas, que sin el doctor ZaÏus presente para encargarse de parte de su eliminación, se terminarían convirtiendo en un pecado malsano e inexcusable que haría necesaria una segunda expedición al gimnasio.

   Y la verdad, todavía hace calor y te parece que te dio un poco de ciática.

Las fotos son de Pixabay, menos la del plato terminado al principio, cortesía del popular Doctor Zaïus.

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