Feliz día del blog número ocho

   El número ocho es el importante, porque es el infinito. Me gusta pensar que llego al infinito. Es tarde y estoy cansada, pero no quiero dejar pasar más tiempo para agradecer por mi día ocho, porque tengo miedo de olvidar las cosas importantes que están sucediendo. Es que siento que me estoy volviendo visible, y tengo miedo.

   Una es escritora; una vive porque escribe; una vive buscando y arañando las salinas en el desierto y nadando con las foquitas en el mar que nunca ha visto, y se maravilla con el azul turquesa de las cuevas subterráneas de Islandia, que tal vez jamás verá. Una ha hecho las paces con el hecho de la soledad. Una teje de día y desteje de noche, y se eterniza en la espera de una verdad que tal vez nunca llegue.

   Y un día hay un retorno. Alguien te contesta. Alguien te deja saber, aún sin palabras, que te ha recibido y le agradó lo que escribiste. Alguien te respondió. Alguien te brindó ayuda y calidez cuando la pediste. ¿Cuántos lectores necesita un escritor? Un escritor es una persona que escribe. Un escritor necesita un lector. Uno solo. Yo tengo más de uno. Alguno que sigue mi blog, y me hace feliz porque lo nombra. Un día, otro comparte una de mis entradas que le gustó, y ese día estoy contenta, porque tengo muchas visitas, gracias a esta persona más talentosa o menos tímida. Otro día, descubro que una persona conversa conmigo, y después conversa otra vez, y promete leerme. Y me lee de verdad. Un lector que se transforma en un amigo. Y hay amigos que quizás tendrás toda la vida, y con quienes jamás cambiarás una palabra.

   Hoy fui feliz gracias a todo eso. Y mañana será otro día. Habrá otro lector. O vendrá el mismo y también seré feliz, porque yo sólo necesito uno, y el puente se ha bajado.

   Yo te espero. Acaso la mano que te tiendo mañana día te parezca suave y cálida. Acaso quieras corresponderla.

   Como sea, yo te sentiré. Gracias.